| Lucía Etxebarria
Un regalo envenenado en Navidad
Imaginemos que estas navidades le regala usted un cachorrito a su hijo. En febrero, usted ya está harto de que el cachorrito haga pipi y caca, muerda todo lo que encuentre, y llore si se queda solo. Se da usted cuenta, en fin, de que ha comprado un ser vivo y no un juguete. Lo lleva a la perrera. El perro cuenta con 72 horas para encontrar una nueva familia, a veces un poco más si la perrera no está llena y consigue apañárselas para mantenerse sano, cuestión complicada dado que estará en un chenil a la intemperie, con otros animales, rodeados de sus propias heces. Nadie le sacará de paseo, y no recibirá ninguna atención, aparte de un plato de comida deslizado bajo la puerta de la jaula y manguerazos de agua. Si el perro es grande, o de una raza "peligrosa", o si se contagia de la tos de las perreras (traqueobronquitis infecciosa), será sacrificado casi de inmediato. Finalmente su cadáver será apilado como un leño, en un gran congelador trasero, con los demás, a la espera de ser recogido como basura: el resultado de una matanza sufragada con nuestros impuestos y nuestras compras impulsivas.En esta Navidad muchos se van a lucrar con la compra-venta de perros, pese a que cada año en España se abandonan 100.000 perros. Y el número ha aumentado con la crisis. Las perreras y las protectoras no dan abasto y están haciendo llamamientos desesperados. Piénselo. Antes de comprar, adopte. Y si puede, difunda usted este artículo para que entre todos intentemos acabar con la compra-venta de perros.
GRACIAS POR ESTE TIPO DE ARTÍCULOS.
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