Una vez se le pone silueta de galgo al maltrato que sufren las razas de perros usados por los cazadores, por favor no olvidaros de las otras, podencos, pointer, bracos, bretones, bodegueros ... que dependiendo de la zona de España en que son utilizados sufren tantos como ellos
Galgos
El drama oculto de una especie canina que un grupo de asturianos está dispuesto a visibilizar
MARIBEL LUGILDE Perdonen mi sinceridad pero, de entrada, me caen mejor las personas que conviven con animales que aquellas que no lo han hecho nunca. Si les veo defectillos, les aplico un plus de indulgencia porque tengo la convicción de que quienes practican el amor a los bichos acaban siendo, en general, mejores personas. Amar a un animal es un no parar de crecer por dentro, recapitular lo esencial de la vida, soltar lo que estorba, refrescar la infancia, anticiparse sin miedos a la dependencia, instalarse en la ternura, conectar con la naturaleza? y entender al animalillo aterrado que vive dentro de cada uno y cada una.
Dicho esto, mis líneas de hoy son para proponerles que intenten la aventura con un galgo. Música ésta que toco de oídas porque mi mundo es esencialmente el felino; pero me ha conmovido hasta el tuétano la tragedia invisible de estos seres a los que yo únicamente había visto en movimiento en la marca de agua del papel galgo para la clase de dibujo del instituto.
Mi amigo Paco, militante de tantas causas animales, me habló en su momento de los galgos y su historia. Superado el estupor, he comprendido a la perfección qué quieren expresar esos grupos de dueños de galgos que se citan en ciertos lugares concurridos de Asturias -como el muro de San Lorenzo de Gijón, en domingo- para pasear y exhibir a sus mascotas, algunas de ellas con petos alusivos a asociaciones proteccionistas. Les cuento:
Utilizados en nuestro país como perros del caza, el drama de los galgos es que son criados con vistas a poder seleccionar entre ellos a los más rápidos. Los desechados son abandonados en cualquier lugar o sacrificados con crueldad inexplicable -una práctica muy extendida es la de ahorcarlos, pero también pueden ser quemados vivos o tirados a pozos-, trato que también se dispensa a los que han dejado de ser buenos cazadores. Por si estas tropelías fueran pocas, otros son usados como sparring para adiestrar perros de pelea. Las imágenes quitan el aliento, lo aseguro.
Y así, se calcula que cerca de 50.000 galgos son maltratados al año en nuestro país. En su inmensa mayoría mueren en cunetas, montes o áreas abandonadas si antes no son localizados -muchos en estado agónico- por grupos de defensa de estos animales que se han ido creando en España. Uno de ellos es el asturiano Galgo Astur. Su objeto es reunir fuerzas y recursos para estabilizar la salud de los galgos recogidos, buscarles familias de adopción y velar por que la vida, al final, les acabe compensando.
Uno de los miembros de esta asociación, Alfonso, ha habilitado incluso una finca en Avilés donde los galgos y sus dueños se reúnen a pasar el día y disfrutar de la libertad sin preocuparse de que el perro pueda asustarse por un ruido -no les es fácil olvidar la pesadilla que han vivido- y salir huyendo. Cuando el que huye es un galgo, comprenderán que alcanzarlo es imposible y el animal se puede extraviar.
«Hugo», «Zeus», «Ara», «Tomás», «Gema», «Katy», «Jara»? son nombres reales de algunos de estos animales que, a pesar de haber sido víctimas de la bestia que ciertos seres humanos llevan dentro, son capaces de agradecer con su lealtad, mansedumbre, sensibilidad y afecto los cuidados de sus nuevos dueños; personas de verdad, no aquellas otras.
Ya sé que se nos acumulan las urgencias, que no damos abasto a tapar las vías de agua que nos está abriendo la crisis, pero nos equivocamos si pensamos que éste es un drama secundario. Ninguno lo es. Víctimas y desalmados pueden tener distintos nombres, pero unas y otros son en realidad siempre los mismos.
http://www.lne.es/opinion/2012/10/11/galgos/1310296.html
Dicho esto, mis líneas de hoy son para proponerles que intenten la aventura con un galgo. Música ésta que toco de oídas porque mi mundo es esencialmente el felino; pero me ha conmovido hasta el tuétano la tragedia invisible de estos seres a los que yo únicamente había visto en movimiento en la marca de agua del papel galgo para la clase de dibujo del instituto.
Mi amigo Paco, militante de tantas causas animales, me habló en su momento de los galgos y su historia. Superado el estupor, he comprendido a la perfección qué quieren expresar esos grupos de dueños de galgos que se citan en ciertos lugares concurridos de Asturias -como el muro de San Lorenzo de Gijón, en domingo- para pasear y exhibir a sus mascotas, algunas de ellas con petos alusivos a asociaciones proteccionistas. Les cuento:
Utilizados en nuestro país como perros del caza, el drama de los galgos es que son criados con vistas a poder seleccionar entre ellos a los más rápidos. Los desechados son abandonados en cualquier lugar o sacrificados con crueldad inexplicable -una práctica muy extendida es la de ahorcarlos, pero también pueden ser quemados vivos o tirados a pozos-, trato que también se dispensa a los que han dejado de ser buenos cazadores. Por si estas tropelías fueran pocas, otros son usados como sparring para adiestrar perros de pelea. Las imágenes quitan el aliento, lo aseguro.
Y así, se calcula que cerca de 50.000 galgos son maltratados al año en nuestro país. En su inmensa mayoría mueren en cunetas, montes o áreas abandonadas si antes no son localizados -muchos en estado agónico- por grupos de defensa de estos animales que se han ido creando en España. Uno de ellos es el asturiano Galgo Astur. Su objeto es reunir fuerzas y recursos para estabilizar la salud de los galgos recogidos, buscarles familias de adopción y velar por que la vida, al final, les acabe compensando.
Uno de los miembros de esta asociación, Alfonso, ha habilitado incluso una finca en Avilés donde los galgos y sus dueños se reúnen a pasar el día y disfrutar de la libertad sin preocuparse de que el perro pueda asustarse por un ruido -no les es fácil olvidar la pesadilla que han vivido- y salir huyendo. Cuando el que huye es un galgo, comprenderán que alcanzarlo es imposible y el animal se puede extraviar.
«Hugo», «Zeus», «Ara», «Tomás», «Gema», «Katy», «Jara»? son nombres reales de algunos de estos animales que, a pesar de haber sido víctimas de la bestia que ciertos seres humanos llevan dentro, son capaces de agradecer con su lealtad, mansedumbre, sensibilidad y afecto los cuidados de sus nuevos dueños; personas de verdad, no aquellas otras.
Ya sé que se nos acumulan las urgencias, que no damos abasto a tapar las vías de agua que nos está abriendo la crisis, pero nos equivocamos si pensamos que éste es un drama secundario. Ninguno lo es. Víctimas y desalmados pueden tener distintos nombres, pero unas y otros son en realidad siempre los mismos.
http://www.lne.es/opinion/2012/10/11/galgos/1310296.html
Me ha encantado. Sencillo y claro. Con tu permiso, lo copiaré a mis blogs.
ResponderEliminarGracias y besos.