En memoria de Gordi (escrito de Villabichos)

¡¡¡¡ La que has armado, Gordi !!!!

Seguro que ahora estás, asomado desde tu nube, asombrado ante todo esto..... Tú sólo te acercaste al bordecito para volver a ver, desde allá arriba, a tu familia...a tu querida Miryam. Sólo querias ver que todo estaba bien, como siempre ha estado....

Y encuentras los ojos de Miryam llenos de lágrimas.....lágrimas que se unen a las de 8000 amigos más. Lágrimas que caen a la tierra para regar la semilla que ya ha empezado a germinar...

Te preguntas qué tiene que ver esto contigo... Claro, tu solo hiciste lo que mejor sabes hacer:

Ser compañero y amigo, esperar pacientemente junto al ordenador, hacer reir cuando más se necesita, pasear, jugar, revolcarte en la arena..... solo disfrutaste de la vida, de la comida, de los juegos, del amor de la familia..... Como cualquier otro perro. ¡¡¡¡ Que importa la raza !!!!
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Y poco a poco conseguiste hasta cambiar el lenguaje, Pasaste de ser un perro de caZa a ser un perro de caSa. Sólo una letra que cambia totalmente una vida.....

Una casa en lugar de un zulo, un paseo en lugar de una cacería, pienso y chuches en lugar de pan duro, abrazos en lugar de patadas... y una vejez rodeado de cariño en lugar de un tiro o una cuerda en el campo.

Ya no sorprenden los setters paseando con sus dueños, los pointers viajando de vacaciones, los bretones jugando con los niños, los galgos luciendo su elegante estampa en la ciudad.....

Y tú, Gordi, eres, en gran parte, el culpable. Así que no te asombres si a tu nube empiezan a llegar bracos gorditos, podencos viejecillos hablando de sofás..... y si, al verte, sonrien y dicen los unos a los otros ; " Mira, es Gordi. El perrito de Myriam, el de "perros de casa",

viernes, 19 de agosto de 2011

No de hombres sino del demonio (Ruth Toledano)

http://www.elpais.com/articulo/madrid/hombres/demonio/elpepiespmad/20110819elpmad_5/Tes

En la foto se ve a alguien tendido en el suelo: está muerto. A su alrededor, varios hombres. Uno de ellos, que lleva un chaleco naranja de seguridad, se dispone a taparlo con una sábana blanca: su sudario. Tres más contemplan la escena: con los brazos cruzados, dos de ellos se ríen abiertamente; el otro lo mira con una media sonrisa de desprecio y flexiona una rodilla, como si fuera a dar un puntapié al cuerpo exangüe. Acaso lo haya hecho. Al fondo, encaramados a la barrera de hierro oxidado, hay dos niños. Nadie los aparta de allí. Bajo el cadáver se aprecia un pequeño charco: probablemente, se orinó antes de expirar. Se meó de miedo. Y nadie aparta a los niños de ahí, y los hombres se ríen y se regocijan ante el triunfo de esa desesperación, de esa impotencia.
Esta escena, congelada en la foto y que hiela la sangre, se ha producido anteayer en Leganés. Anteayer: siglo XXI. Leganés: localidad de la misma Comunidad que recibe al tiempo con honores a quienes dicen traer el mensaje divino por excelencia, un mensaje de Amor. ¿Por qué el mensaje divino no se ha extendido a todas las criaturas que sufren? ¿Por qué el Amor no ha alcanzado a esta víctima inocente? Porque el que yace sobre los adoquines, joven, fuerte, sano, inerte, es un toro. Un ser lleno de vida que ha muerto porque el terror le ha cegado un camino que no debía recorrer: el del secuestro, el del encierro, el del acoso.
Dicen los pastores (Ego sum pastor bonus, dijo Cristo) que el toro (criatura de Dios, ¿o no?) ya estaba muy alterado en los chiqueros. Y que cuando lo soltaron (lo traicionaron, pues, pastores malos), en la que sin duda creyó su oportunidad de huir de sus captores, chocó contra otro compañero de infortunio. Dicen que quedó malherido y que hubo que sacrificarlo allí mismo. Sacrificarlo: rematar el crimen. Dicen que pasó cuatro minutos convulsionando, a la vista de todos. El alivio -qué paradoja- llegó en forma de puntillazo: una puñalada. Allí mismo agonizó. Se llamaba Navegante.
En este país, donde los animales son maltratados de forma institucional (es decir, donde se ejerce un terrorismo de Estado sobre individuos que, no por ser de otra especie, merecen menos respeto y protección) ponen nombres así a las víctimas: evocadores, presuntamente líricos. Te ponen Navegante y te mantienen durante horas encerrado en un cajón, a oscuras, oyendo afuera golpes, gritos, mugidos, al borde de la asfixia, al límite de tus fuerzas, al otro lado de la locura, meándote encima, disponible para el escarnio, la humillación y la muerte. Fariseos.
En Madrid, la jefa de esos escuadrones (pastores, ganaderos, toreros y aficionados varios al sufrimiento de los demás) es la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, que con una mano premia a torturadores, matadores y cómplices, y con la otra recoge la mantilla para inclinarse sobre el anillo papal, el del mensaje del Amor. No he oído a ninguno de los muchos católicos que han ocupado en estos días las calles de Madrid referirse al triste, injusto destino de Navegante. He visto, sin embargo, a muchos cubrirse las espaldas con esa bandera roja y gualda a la que se ha añadido la silueta de un toro. A pesar de que su buena nueva es la del Amor, no han dicho nada del toro de Leganés (ni de los patos de Sagunto, ni del cerdito de Erandio, por poner solo dos ejemplos recientes, entre miles, de un abuso oficial y una violencia que encolerizarían a Dios).
Parecen haber olvidado que el día 1 de noviembre de 1567 el papa Pío V, más tarde santo, publicó la bula De Salute Gregis Dominici, que condenaba las corridas de toros y prohibía a los católicos, de forma terminante y permanente, que asistieran a espectáculos taurinos, por considerarlos obra "no de hombres sino del demonio". ¿Han llegado los católicos a conocer esta bula? ¿Les han hablado de ella sus evangelizadores? En España, probablemente, no, dado que, en la más sangrienta y cinegética tradición borbónica, el rey Felipe II prohibió su publicación: al Papa solo se le hace caso si conviene. Únicamente he oído al escritor y abogado Jorge Trías, coherente hombre de fe, recordar que el papa Juan Pablo II afirmó que "los animales poseen un soplo de vida recibido por Dios" y se remitió a los salmos 103 y 104, "donde no se hace distinción entre los hombres y los hombres y los animales". Dice Trías: "A los creyentes se nos exige, de acuerdo con nuestra fe, un plus de respeto por lo que tenemos entre manos. En suma, un poco más de amor". Benedicto XVI y sus peregrinos deberían escuchar a este hombre y condenar las obras del demonio, por mucho que busquen legitimidad a través de presidentas y de reyes.

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