Copio
Martha es nuestra última galga. La atropellaron provocándole heridas de gravedad y como pudo se arrastró hasta un parque cercano para morir.
Nadie la vio: ni el conductor del coche que la atropelló, ni el resto de conductores que presenciaron el accidente, ni los peatones que paseaban cerca. Nadie.
Ser invisible es lo que tiene: nadie te ve.
Invisibles para los que presenciaron el accidente pero que verían horrorizados las fotos de Martha sangrando. Invisibles para quienes siguen comprando cachorros porque son “monos” y caros como un bolso de Hermés obviando el sufrimiento de sus madres. Invisibles para las autoridades que siguen permitiendo un “deporte” cruel y sanguinario que ocasiona miles de víctimas cada año.
Pero hay quienes los ven, quienes saben que los galgos y los podencos forman un ejército doliente y silencioso que arrastra su dolor, su miedo y su soledad por ciudades y carreteras.
Algo empujó a Cata y a Yolanda a mirar por la ventanilla del autobús, más allá, a lo lejos; con los ojos, la intuición y el corazón. Y allí estaba Martha, desangrándose, muriéndose despacio.
Cata y Yolanda vieron a Martha. Martha no era, no es invisible. Martha se agarró a la vida y ahora espera a quien la vea y la quiera siempre.
Si quieres adoptar a Martha, contacta con adopciones@elrefugioescuel a.com
Martha es nuestra última galga. La atropellaron provocándole heridas de gravedad y como pudo se arrastró hasta un parque cercano para morir.
Nadie la vio: ni el conductor del coche que la atropelló, ni el resto de conductores que presenciaron el accidente, ni los peatones que paseaban cerca. Nadie.
Ser invisible es lo que tiene: nadie te ve.
Invisibles para los que presenciaron el accidente pero que verían horrorizados las fotos de Martha sangrando. Invisibles para quienes siguen comprando cachorros porque son “monos” y caros como un bolso de Hermés obviando el sufrimiento de sus madres. Invisibles para las autoridades que siguen permitiendo un “deporte” cruel y sanguinario que ocasiona miles de víctimas cada año.
Pero hay quienes los ven, quienes saben que los galgos y los podencos forman un ejército doliente y silencioso que arrastra su dolor, su miedo y su soledad por ciudades y carreteras.
Algo empujó a Cata y a Yolanda a mirar por la ventanilla del autobús, más allá, a lo lejos; con los ojos, la intuición y el corazón. Y allí estaba Martha, desangrándose, muriéndose despacio.
Cata y Yolanda vieron a Martha. Martha no era, no es invisible. Martha se agarró a la vida y ahora espera a quien la vea y la quiera siempre.
Si quieres adoptar a Martha, contacta con adopciones@elrefugioescuel
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