Paca tocó el cielo con la punta de los dedos. Su historia podría haber sido la misma de todos los perros de caza... pero ella tuvo un destello de felicidad.
Ella conoció el calor de un hogar. Y luego..... Paca entró en la perrera como todas las demás. Extremadamente delgada, llena de callos y rozaduras por dormir en el cemento, con un futuro más que incierto. Pero Paca consiguió llegar al corazón de alguien, que le ofreció su casa para acogerla hasta que encontrase su hogar definitivo. Mientras fuese necesario, sin límite de tiempo... Y en esa casa Paca encontró el calor de un hogar.
La abuela de su padrino enseguida se compadeció de esa perrita, tan agradecida, tan cariñosa.....y pronto Paca ocupó un lugar privilegiado en la casa, junto al gato de la abuela, en el sofá, en la cocina...... siempre al lado de la persona que le había brindado su amistad, y a la que sería fiel para siempre....
Para siempre...... un día la abuela salió de casa para no volver nunca más. Una rápida enfermedad acabó con el pequeño paraiso que ella había creado aquí, en la tierra, para compartir con su gato y "su" pequeña Paca.
Para siempre..... Para siempre sería el odio que surgió entre el gato y Paca, quizás culpándose mutuamente de la desaparición de su amita. ¿ quien puede saber lo que piensan ellos cuando todo su mundo se viene abajo?. Paca perdió su lugar privilegiado en el sofá. para pasar al jardín y al garaje, con los otros perros de la familia.
Y aún allí, siguió su antipatía por los gatos.... Todo el día pasaba Paca en el jardín ladrando a los gatos de sus vecinos, intentando saltar la valla, romper la malla metálica... alcanzar a aquellos indeseables vecinos. La situación se hizo insostenible. Paca se vino a Villabichos..... De un sofá...... a un campo de refugiados.
Paca está triste. Pasa las horas muertas en su caseta, sin salir apenas, sin correr, sin jugar con sus compañeros.... Sólo, de vez en cuando, cuando puede abrir la puerta de la terraza, entra silenciosamente..... Despacito, sin que nadie la vea, coge aquel cepillo..... una toalla..... el rollo de papel de cocina.... una lata vacía de comida... y se lo lleva a su casa. Y allí se queda de nuevo, contemplando su tesoro.... mirando con añoranza ese objeto que le recuerda un tiempo en que fue feliz.
Que le recuerda su casa, su sofá.... las largas tardes de siesta con la cabeza apoyada en las piernas de su amiga.
Ella conoció el calor de un hogar. Y luego..... Paca entró en la perrera como todas las demás. Extremadamente delgada, llena de callos y rozaduras por dormir en el cemento, con un futuro más que incierto. Pero Paca consiguió llegar al corazón de alguien, que le ofreció su casa para acogerla hasta que encontrase su hogar definitivo. Mientras fuese necesario, sin límite de tiempo... Y en esa casa Paca encontró el calor de un hogar.
La abuela de su padrino enseguida se compadeció de esa perrita, tan agradecida, tan cariñosa.....y pronto Paca ocupó un lugar privilegiado en la casa, junto al gato de la abuela, en el sofá, en la cocina...... siempre al lado de la persona que le había brindado su amistad, y a la que sería fiel para siempre....
Para siempre...... un día la abuela salió de casa para no volver nunca más. Una rápida enfermedad acabó con el pequeño paraiso que ella había creado aquí, en la tierra, para compartir con su gato y "su" pequeña Paca.
Para siempre..... Para siempre sería el odio que surgió entre el gato y Paca, quizás culpándose mutuamente de la desaparición de su amita. ¿ quien puede saber lo que piensan ellos cuando todo su mundo se viene abajo?. Paca perdió su lugar privilegiado en el sofá. para pasar al jardín y al garaje, con los otros perros de la familia.
Y aún allí, siguió su antipatía por los gatos.... Todo el día pasaba Paca en el jardín ladrando a los gatos de sus vecinos, intentando saltar la valla, romper la malla metálica... alcanzar a aquellos indeseables vecinos. La situación se hizo insostenible. Paca se vino a Villabichos..... De un sofá...... a un campo de refugiados.
Paca está triste. Pasa las horas muertas en su caseta, sin salir apenas, sin correr, sin jugar con sus compañeros.... Sólo, de vez en cuando, cuando puede abrir la puerta de la terraza, entra silenciosamente..... Despacito, sin que nadie la vea, coge aquel cepillo..... una toalla..... el rollo de papel de cocina.... una lata vacía de comida... y se lo lleva a su casa. Y allí se queda de nuevo, contemplando su tesoro.... mirando con añoranza ese objeto que le recuerda un tiempo en que fue feliz.
Que le recuerda su casa, su sofá.... las largas tardes de siesta con la cabeza apoyada en las piernas de su amiga.
Contacto: villabichos@gmail.com
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